LORENZO VILLALONGA: "Bearn o la sala de las muñecas"



No decepciona en absoluto este libro de culto de las letras catalanas (que debía, si es que no lo es ya, de serlo entre las peninsulares en conjunto) que muestra una vez más la fascinante capacidad de estos escritores de poner un pie en la pura vanguardia narrativa y otro en el realismo decimonónico de factura más exquisita. Villalonga fue un personaje peculiar, amigo de Cela (autor del prólogo), médico psiquiatra de profesión (son muy frecuentes los caracteres que caen, de forma más o menos intensa, en la enfermedad mental), gran animador de tertulias literarias, articulista en prensa, conservador pero a la vez enemistado con el falangismo más rancio y autor de una amplia obra narrativa que merece ser leída casi en su totalidad (muy atrayentes títulos como Muerte de una dama o Falsas memorias de Salvador Orlán) que en su día pasó totalmente inadvertida, al margen de su entorno mallorquín, quizá porque su manera de entender la narrativa resultaba anacrónica en unos años en que los escritores españoles intentaban demostrar que eran capaces al tanto de las novedades formales de la literatura europea o norteamericana (muy significativamente, la edición del Nadal al que Villalonga presentó esta novela la ganó El Jarama de Sánchez Ferlosio).

Utilizando la vieja técnica epistolar (el relato es una carta remitida al secretario de un cardenal tras la muerte de los señores Bearn) y la perspectiva del capellán Juan Mayol, que introduce en la narración su visión del mundo pacata y conservadora pero también una espiritualidad peculiar llena de claroscuros (su origen en un oscuro episodio del pasado, la muerte de otro protegido del señor de Bearn en que tuvieron parte sus celos, la imparable fascinación erótica por Xima) y una fascinación por una figura aristocrática cuya inmoralidad y espíritu independiente le crea repulsa y admiración a partes iguales, la novela triunfa como relato excepcional del modo de ser aristocrático en el inolvidable personaje de Antonio o “Tonet” Bearn: su mezcla de posicionamientos sociales y políticos conservadores con la inmoralidad y libertinaje que se le presupone al autentico noble, muy honesto por negarse a aplicar la ley del embudo (muy significativo el pasaje en el que defiende el derecho del pueblo a celebrar el carnaval y tener momentos de disipación carnal como actos de liberación que contribuyen a redondear el orden jerárquico frente a los curas timoratos) y el único, por  preocupación intelectual, (muy significativas sus lecturas de autores liberales y su afición a los inventos y la tecnología, que le granjean su divertida reputación de hombre “satánico”) en ser consciente de pertenecer a un modo en rápido proceso de extinción, con una conciencia más aguda que la del conde protagonista de El gatopardo de Lampedusa, la novela con la que tantas veces se relacionó a esta (las semejanzas son superficiales, si profundimos en el sentido de ambas no son tantas) y que el propio Vilallonga tradujo al catalán. Durante su juventud, Don Antonio vive su peculiar momento de inmoralidad y transgresión social bajo la invocación del Fausto de Goethe (símbolo, ante todo, del inconformismo ante los límites de la vida) con su fuga a Paris, donde mantiene una relación carnal incestuosa con su sobrina Xima, aparente femme fatale cuyo arribismo económico y sexual se va revelando más fruto de la ingenuidad que de la ambición propiamente dicha. Tras conseguir el perdón de su esposa, la más plana e insugerente Maria Antonia, encarnación de la virtud y la dignidad aristocrática y evitar un nuevo intento de seducción de Xima que su conciencia de vejez ya no puede aceptar,  Tonet firma su rendición aceptando la vuelta al orden conyugal y la quema de sus libros “heréticos” para conseguir la tranquilidad de ánimo necesario para componer su última empresa intelectual: unas memorias que dejarán testimonio del mundo que está a punto de morir con él. Antes del desenlace, Villalonga nos regala múltiples muestras de su talento para la ambientación política (impecablemente captado el entorno de incertidumbres de la Europa posterior a Napoleón e inmediatamente anterior a los totalitarismos) y espacial, con las estampas de los viajes a París, donde la nunca confesada pasión de Juan Mayor por Xima alcanza extremos patológicos y Roma, donde Don Antonio conversa con uno de los pocos papas a los que realmente puede respetar por su perfil intelectual. Es la antesala del desenlace trágico... que aquí no os revelo y que sólo tiene quizá la única pega de la obra sea que el autor quizá saca juego de un elemento sugerente (todo el enigma relativo en torno a la "sala de muñecas")respecto al que el lector se había creado más expectativas. Pero ni eso es un problema: por suerte Merçé Rodoreda completó admirablemente el trabajo en su relato de homenaje a Villalonga, una pieza maestra de la literatura de misterio.

1 comentarios:

Carmela Sel Assabe dijo...

Villalonga en un ejemplar Bruguera de segunda mano. Fue un descubrimiento al que siguieron Bearn y sus cuentos. En su tiempo, la película de Chávarri fue un éxito. A veces buscamos fuera lo que hay dentro

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